Este es un tema fundamental a la hora de valorar lo que es realmente la vida en sociedad. No existe ninguna sociedad viable que no gestione la propiedad de una manera lo suficientemente positiva para sus ciudadanos.

En reflexiones previas hemos hablado sobre el individuo, sobre lo que es una sociedad, la necesidad de resolver conflictos dentro de esta, los elementos corruptores o los polos ideológicos izquierda-derecha más típicos (y sobados).

Para poder continuar entendiendo cómo se construyen las sociedades más grandes, veo crítico debatir sobre hasta dónde llega el derecho del individuo para retener una propiedad. Porque eso va a determinar límites en la propiedad individual, naturalmente, en la de grupo, en la colectiva y, sobre todo, en la del Estado.

Si es un lector atento habrá observado que he dividido la propiedad en cuatro estadios: individuo, grupo, colectivo y Estado. No es arbitrario.

Individuo solitario

Incluso en este escenario donde hablamos de UN individuo, es decir, un único decisor y potencialmente propietario, nos enfrentamos a cuestiones que nos deben hacer preguntarnos sobre los límites.

Imaginemos que hubiera un planeta donde solamente existiera un humano. La primera pregunta esencial es: ¿hasta dónde llegan los límites de lo que puede decidir este humano si no existe otro humano que pueda verse afectado por las consecuencias de esas decisiones?

Es decir, ¿un único humano en el planeta está sujeto a alguna ley o norma que no haya decido él mismo?

Los idealistas (el mundo material no existe) podrían argumentar que esas normas pueden emanar del mundo de las ideas, señalando una serie de posibles reglas universales, por ejemplo. ¿Cuáles? No lo sé. Cada idealista muy probablemente puede esbozar las que cree que pueden elevarse a categoría universal. Si yo fuera idealista es posible que pensara en la entropía y la destrucción como una posible norma: lo que promueve la destrucción y aumenta la entropía como malo y, como bueno, lo contrario (ojo que no creo esto, es un ejemplo). Otros podrían creer en un dios, demiurgo o principio activo de la realidad.

Los materialistas (el mundo ideal no existe) podrían señalar algún tipo de ley de la naturaleza y la necesidad (física). Por ejemplo, dado que es necesario alimentarse, existirán una serie de reglas que te lleven a hacerlo de una u otra forma. Y, posiblemente, lejos de donde depositaríamos los residuos.

Sin importar la visión más idealista o más materialista, volvemos a la pregunta: ¿puede un individuo solitario decidir lo que quiera? ¿Incluso la destrucción voluntaria y consciente del ecosistema donde vive? ¿Incluso su propia autodestrucción? (esto es tema para un artículo posterior).

A priori, sin nadie externo que lo pueda juzgar (no quiero trabajar con la existencia de un demiurgo que le obligue a asumir reglas externas al individuo mismo), realmente puede decidir lo que quiera, como quiera y hasta el límite que quiera.

Esto nos lleva a que un individuo solitario en un ecosistema puede considerarse el absoluto dueño de todo lo que haya en este. Pudiendo decidir, incluso, su destrucción completa.

Dos individuos

En un ecosistema con dos individuos la propiedad se complica. Y mucho.

Imaginemos que ambos son idealistas y comparten exactamente el mismo conjunto de creencias sobre la irrelevancia de lo material. En ese escenario, no tendrían interés alguno en la propiedad del mundo en el que viven, dado que el importante es de las ideas. Y como el de las ideas es infinito, universal y eterno, carecería de sentido propiedad alguna sobre este.

como el de las ideas es infinito, universal y eterno, carecería de sentido propiedad alguna sobre este

Ahora pasemos a la siguiente opción, que uno es idealista y el otro materialista. Puede parecer que no, pero este escenario es tan sencillo como el primero, dado que a uno le interesaría la propiedad material y al otro la ideal. No existiría conflicto, dado que el individuo centrado en lo ideal no sentiría interés alguno en reclamar propiedad al de lo material.

Cierto es que el materialista podría sospechar que el idealista finge no tener interés o que puede cambiar de opinión y querer reclamar propiedades posteriormente, pero esto hace muy complejo el escenario y no quiero tratar este tema ahora mismo. Imaginemos que son posturas fijas y honradas.

¿Dónde tenemos el verdadero conflicto? Cuando ambos son materialistas y el ecosistema donde viven es objeto de su deseo.

Aquí se abren las preguntas iniciales sobre el reparto. ¿Cuánto merece cada uno? ¿La mitad del contenido del ecosistema? ¿Cómo se garantiza el respeto de ese reparto? ¿Puede abusar una de las partes?

¿Deben existir zonas comunes? Es decir, entre la parte de uno y la parte de otro, ¿existe una frontera compartida o el tránsito es abrupto? ¿Hay alguna zona común más allá de las fronterizas?

Si logramos hacer un reparto que ambas partes decidan respetar, ¿qué ocurre si una de ellas, con total derecho sobre su parte, decide reducirla a cenizas provocando un posible colapso del ecosistema completo? ¿Puede un individuo, con derecho sobre su propiedad, desencadenar consecuencias que van más allá de su «parte», colapsando el ecosistema entero?

¿Estas consecuencias pueden planificarse de manera anticipada? Es decir, los dos «amos» de este mundo debaten y concluyen que ciertas decisiones tomadas individualmente sobre una parte van a desencadenar problemas sobre el todo. ¿Crearán reglas que ambos deben cumplir? ¿Cómo van a obligarse a cumplirlas? ¿Por el mero hecho de la supervivencia a medio-largo plazo?

Tres o más individuos

Para simplificar estas reflexiones, asumiremos que los tres tienen una visión materialista de la realidad.

¿Cómo gestionamos un reparto racional entre más de dos individuos? ¿En partes proporcionales? ¿Cómo vamos a gestionar las posibles zonas comunes? ¿Todos son fronterizos con todos? Esta pregunta es MUY importante.

El tema de los lindes, de las fronteras, no es para nada trivial. Veamos una división equilibrada:

Ecosistema con tres territorios.

La imagen anterior nos muestra un ecosistema donde hemos sido capaces de dividir el territorio en tres partes iguales, con fronteras adyacentes, es decir, los cada uno de los tres individuos linda con los otros dos.

En este escenario las zonas comunes podrían ser las señaladas por las líneas que marcan las fronteras. Incluso podría proponer otro modelo donde hubiera una zona central compartida entre ellos (color azul en el centro)..

Un ecosistema dividido en tres partes, con una zona común central.

Pero, ¿qué ocurre si por necesidades del espacio debemos realizar otros diseños de los lindes? Por ejemplo:

Un ecosistema dividido en tres partes, donde una de las partes tiene una situación especial.

¿Se observa el problema? Medite unos instantes…

El territorio que se encuentra en el centro tiene una situación especial al ser el único que tiene frontera con los otros dos. Los otros territorios solamente lindan con este y no entre ellos.

Esto puede terminar en diversos escenarios de relación:

  1. Todos se relacionan de manera equilibrada, asumiendo que el territorio central debe comportarse como intermediario.
  2. El territorio central es hostigado por los otros dos territorios excéntricos. Tienen conflictos independientes con este.
  3. El territorio central es hostigado por los otros dos territorios que colaboran entre ellos.
  4. El territorio central tiene una situación de poder, dado que puede actuar como el intermediario entre los otros dos.
  5. Todos pelean entre sí, con especial sufrimiento por parte del territorio central que es el más expuesto (el doble de expuesto que los anteriores).

¿Cuál es el escenario más probable de los que he planteado? Visto desde otro ángulo, ¿cuáles son los más improbables?

El equilibrio en el reparto territorial es muy complicado y, sobre todo, muy frágil. Dependiente en muchos casos de trivialidades como que una de las partes se enfada con otra u otras (¿y si es la central y cierra fronteras?).

La gestión de la propiedad, sea del territorio o de otros recursos, es un tema MUY complejo. Este ejercicio tan «bruto» que hemos hecho no ha contemplado cosas como quién controlaría fuentes de agua, recursos minerales… imaginemos estos ejemplos tan burdos llevado al escenario geopolítico global.

Conflictos sobre la propiedad

En este punto, tenemos que reflexionar sobre cómo deben tratarse los conflictos relacionados con la propiedad de lo privado y también de lo público. Ambas son potencialmente objeto de abusos por individuos con comportamientos indeseables.

En un conflicto relacionado con una propiedad entre dos individuos, ¿puede mediar un tercero-juez que puede tener intereses sobre esa propiedad? Sabemos que no. ¿Cómo se dirimen los problemas entre tres individuos y sus propiedades en ese caso?

¿Qué pasa si dos individuos deciden manipular juntos el sistema (el que sea que tengan), eliminan al tercero y se reparten sus propiedades? Es un daño irreparable en esa sociedad, dado que dos individuos que han conspirado contra otro… pueden volver a hacerlo en el futuro. Nunca se recuperaría la confianza y a medio-largo plazo esta sociedad se descompondría.

En sociedades muy pequeñas el único escenario viable que se me ocurre es que la propiedad sea comunitaria, es decir, que todo sea de todos. De otra manera, todo conflicto que se genere derivado de un concepto de propiedad privada no podría resolverse de forma eficaz, dado que no existirían posibles jueces independientes y, peor, tampoco capacidad en la sociedad para obligar a un «indeseable» a comportarse de acuerdo a las premisas fundacionales.

En sociedades muy pequeñas el único escenario viable que se me ocurre es que la propiedad sea comunitaria

Una sociedad que tiene normas que no puede obligar a cumplir tenderá a entrar en crisis, porque intentará obligar a sus miembros a comportarse sin capacidad real de obligarlos si deciden vulnerar las reglas.

Colectivismo vs Individualismo

Imaginemos una sociedad —no es relevante su tamaño en este punto— donde los miembros tienen distintas visiones sobre lo individual y lo colectivo; recordemos, además, que se puede ser colectivista-idealista y colectivista-materialista, tanto como individualista-idealista o individualista-materialista.

Ciñéndonos a la polaridad entre colectivismo e individualismo, ¿por qué un grupo de ciudadanos colectivistas deberían tolerar la propiedad privada? Dado que el colectivo (el grupo) es lo único importante, nadie debería tener propiedades: todo debería ser público.

Ahora miremos desde el otro extremo, el del individualismo absoluto. En ese escenario, ¿por qué motivo los ciudadanos individualistas deberían renunciar a la propiedad privada? Incluso diría, ¿por qué deberían tolerar que existieran propiedades comunitarias si se pueden hacer repartos por individuos?

Ambos puntos de vista introducen problemas severos en el funcionamiento del sistema. Empezando por el colectivismo, ¿cómo se administran los recursos para que todo el mundo reciba lo que merece? ¿De manera exactamente igualitaria? ¿Qué pasa si yo necesito beber más agua que mi vecino? Esto puede ser una necesidad objetiva irresoluble: si no bebo un poco más de agua moriré. Según esta visión colectivista extrema, es posible que mi muerte fuera incluso deseable, dado que soy un elemento distorsionador para la supervivencia del grupo.

Con el individualismo no es mucho mejor. En la misma situación donde necesito beber más agua que el resto, si se ha hecho un reparto estricto y cada uno somos propietarios de la parte que nos corresponde, ¿por qué razón podría querer otro de los individuos darme agua que no me pertenece? Sin ningún complejo ético podrían verme morir de sed.

La base de todo, en mi opinión, se basa en el egoísmo inteligente. La supervivencia individual o la supervivencia del colectivo en ocasiones requieren la renuncia a las premisas rígidas de colectivismo puro o individualismo puro. Si considero que el miembro que necesita más agua puede ser un elemento esencial en la supervivencia del grupo, puedo renunciar voluntariamente a parte de mi individualismo para mejorar sus probabilidades.

Si lo vemos desde el punto de vista del colectivo, le cedemos una parte mayor, provocando un desequilibrio en la asignación de los recursos del grupo, con el objetivo de aumentar las probabilidades de sobrevivir de todo el equipo.

El arraigo y la personalidad

Por mucho que a los colectivistas pueda desagradarles la idea que voy a plantear, una sociedad donde los individuos no tienen expectativa de ser propietarios de, por ejemplo, la tierra donde viven, es una sociedad donde se hace más complejo el arraigo y el sentimiento de pertenecer, de formar parte de una nación o de un Estado.

Por otro lado, los humanos reforzamos partes de nuestra personalidad a través de la acumulación de objetos materiales con los que tenemos algún tipo de vínculo. Una foto familiar, un collar que nos regalaron… ¿qué ocurre cuando no hay ninguna expectativa de propiedad privada? ¿También afecta a ese tipo de recuerdos?

Siendo malicioso, si autorizamos la propiedad privada en referencia a objetos personales «sin valor»… a través del refuerzo de mi personalidad que generan esos elementos materiales en mí, puedo hacerme más poderoso que otros ciudadanos y derivar en la diferencia de clases, no tanto por la riqueza como por la fortaleza de mi personalidad.

Creo que para lograr el vínculo de los individuos con las ideas de «región», «nación» y «Estado», los ciudadanos deben tener algún tipo de expectativa sobre la propiedad privada en cuanto al territorio (¿hogar?) se refiere. Y, adicionalmente, para contar con individuos saludables desde la perspectiva psicológica, poder tener «recuerdos», es decir, objetos materiales que nos generan algún tipo de actividad afectiva, es esencial (recordemos, siempre asumiendo individuos materialistas y no idealistas).

Creo inviable sostener sociedades absolutamente colectivistas o absolutamente individualistas. Ambos modelos tendrán que renunciar a parte de sus premisas para mantener un equilibrio de sus ciudadanos: en modelos colectivistas, ciudadanos con expectativa de propiedad privada y en modelos individualistas, recursos cuya propiedad pertenezca a todos y a ninguno.

La pregunta es: ¿cuánto de colectivismo y cuánto de individualismo conforman una sociedad viable?

Conclusiones

Los conceptos de propiedad son muy complejos. Solamente en la base de la pirámide de Maslow ya nos enfrentamos a la problemática de la supervivencia básica: ¿cuánta cantidad de alimento merezco?

Si ascendemos en la pirámide, el cuánta cultura debo tener se convierte en algo mucho más complejo: ¿todos los ciudadanos de un colectivo deben tener exactamente el mismo nivel de educación con la misma calidad? No olvidemos que el conocimiento es un activo del que somos propietarios y transferimos, duplicado, al interior de nuestro cerebro. Si impedimos el acceso de individuos al conocimiento, no estaríamos en un modelo realmente colectivista, sino clasista.

¿Y en escenarios individualistas? Al margen de la supervivencia básica individual, ¿por qué debería yo querer compartir conocimientos que tengo si manteniéndolos en secreto tengo poder e influencia sobre otros individuos? El término «hermético«, sellado, proviene del conocimiento de los misterios de Hermes (Trismegisto) que era guardado en absoluto secreto por los que lo atesoraban (de tesoro, activo, propiedad).

La realidad es que, como comentaba antes, por un mero hecho de egoísmo inteligente debemos renunciar a los extremos colectivista-individualista; carecen de sentido a la hora de estructurar sociedades.

Un comentario

  1. […] en el artículo anterior (aquí) sobre el concepto de propiedad. No vamos a entrar en valoraciones de lo que opinan los […]

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