
En el artículo previo, Sociedad, exploramos la idea de cómo juzgar conflictos cuando hay partes interesadas que colisionan.
Como muy breve conclusión, observamos la necesidad de un tercero que no sea parcial, es decir, que sea independiente a los intereses de las partes que tienen un desencuentro. Si no fuera independiente, nadie querría aceptar su involucración, dado que temería que la balanza escorara hacia la otra parte.
Es muy importante decidir, en este punto, qué habilita a esa parte independiente a juzgar: ¿tiene todos los conocimientos necesarios para poder juzgar un caso? ¿Todos los casos? ¿Y en todos es independiente? ¿Sus propias ideas y creencias personales son un factor a la hora de juzgar?
La figura del juez históricamente
Es evidente que no todas las sociedades han designado a sus «personas que juzgan» de la misma manera. Creo importante que hagamos un repaso de estas figuras de referencia (que intencionadamente no estoy llamando «juez») antes de entrar en requisitos formales.
Veamos algunos ejemplos de la historia «lejana» (luego veremos el motivo de entrecomillar lejana):
- Líderes tribales: jefes, por herencia o toma del poder, y, sobre todo, ancianos «sabios» solían resolver las disputas. No por una jerarquía o designación formal, sino por un reconocimiento (informal, pero relevante) de su experiencia vital, memoria de las tradiciones o capacidad manifiesta de mediar. Era por status social o demostraciones de sabiduría práctica.
- Líderes religiosos o militares: como evolución de la figura anterior. Encajan figuras como Salomón o Gedeón. El primero hereda el poder de su padre David, pero lo que le caracteriza como juez (posiblemente el más famoso) es un tipo de don divino. El segundo, por sus logros como guerrero. Aquí, además del reconocimiento social, encontramos algún tipo de característica que el resto de los ciudadanos no tendrían (don divino, maestría militar).
- Filósofos y sabios reconocidos: es una categoría particular de la anterior. En vez de estar «acreditados» por el don divino o las victorias bélicas, hay un reconocimiento de sabiduría que es formal y con cierto componente abstracto, lo que los diferencia del ejemplo tribal (sabiduría práctica). Muchos consejeros o tutores de futuros reyes caen en esta categoría (Aristóteles, Fénix,…).
Estos ejemplos sirven en sociedades primitivas («lejanas» en el tiempo), pero también en sociedades pequeñas que pueden carecer de mecanismos de entrenamiento formal de los roles que juzgan; no es raro observar comunidades cerradas donde alguna de esas opciones asume el rol. Por ejemplo, el nuevo Sanedrín (https://es.wikipedia.org/wiki/Nuevo_Sanedr%C3%ADn), los «elderes» entre los Mormones, o los líderes (religiosos) en los Amish…
¿Qué tienen de particular? Que estos modelos solamente parecen funcionar en contextos muy homogéneos, es decir, donde la mayor parte de (o todos) los ciudadanos piensan de forma similar. En esos entornos es relativamente viable esta forma de «juicio».
Posteriormente, en Grecia, Roma, Edad Media etc. construyen una figura más formalizada y añaden un componente tremendamente importante: la burocracia que permite revisar el proceso y (teóricamente) aportarle garantías.
La figura moderna del juez
Con matices, en general, se asume que un juez es una persona que tiene una acreditación, ya sea por unos estudios específicos de judicatura (modelo español, por ejemplo) o una demostrada experiencia y solvencia profesional sumado al voto popular (estatales) o nominados por el presidente (federales).
Es llamativo el modelo estadounidense, porque los ciudadanos votan a los jueces que deben hacer campaña política para salir elegidos. Personalmente esto me genera pensamientos contradictorios:
a) Me gusta, porque son los iguales (los ciudadanos) los que eligen a otro igual para que les juzgue. Es un ejercicio democrático.
b) Me disgusta, porque en ese proceso la independencia de los poderes se ve mermada, dado que el ejercicio político se pone por encima de un proceso más meritocrático.
Sea como fuere, ser juez implica un proceso bastante formal que lleva, finalmente, a la designación como representante de la democracia.
¿Están sesgados los jueces?
Este es un tema que me preocupa especialmente.
Si no podemos fiarnos de los jueces, lo que estamos diciendo es que no nos fiamos del modelo democrático en su conjunto. Porque esta figura, nos guste o no, es la que hemos decidido que puede resolver los conflictos.
Esta pregunta de si tienen o no sesgo los jueces, en mi opinión es en origen una pregunta tóxica, dado que coloca el cuestionamiento de la figura del juez por defecto, es decir, se sugiere que nunca van a ser justos porque van a tener siempre sesgo.
¿Por qué puede alguien querer que se perciba a los jueces como «sesgados»? Básicamente, porque se convierten en un elemento molesto e incontrolado por el poder político. Volvamos a nuestros individuos que, inicialmente era uno, luego eran dos y terminas en tres para poder dirimir las diferencias.
¿Qué pasa cuando son cuatro individuos?
Imaginemos este escenario:
- Individuo 1 tiene interés A que es conflictivo con el interés de Individuo 2.
- Individuo 2 tiene interés B que es conflictivo con el interés de Individuo 1.
- Individuo 3 es independiente y tiene las credenciales como para poder juzgar y resolver las diferencias entre 1 y 2.
- Individuo 4 tiene sus propios intereses que, no son exactamente los mismos que tiene A, pero son parejos y pueden ser compatibles.
Si se da autonomía a 3 para que decida, analizará el caso y tratará de resolver de forma independiente buscando la mejor situación entre 1 y 2. No pierde ni gana nada en el caso.
¿Qué ocurre con 4? El Individuo 4 necesita que se falle a favor de Individuo 1, dado que sus intereses son bastante compatibles. ¿Qué ocurre si el Juez, Individuo 3, falla a favor de 2? ¿Qué ocurre si falla a favor de 1?
En un escenario donde nos adelantamos a cuestionar la independencia (el sesgo o no) de los Jueces, da igual lo que 3 sentencie: siempre vamos a poder cuestionarlo si no encaja con lo que queríamos. Es tan sencillo como que el Individuo 4 propague rumores de que el juez juzga desde sus propios intereses, su propia ideología o cualesquiera que sean los argumentos para exhibir sesgo.
¿Ven el problema?
Esto se intentó resolver con la separación de poderes. El ejecutivo no debe interferir con el judicial, porque asumiría ese rol de Individuo 4 para erosionar la confianza en Individuo 3. Al perder confianza en la capacidad de juzgar de 3, el Individuo 4 logra ventaja, porque puede incluso aparentar independencia apoyando con descaro al Individuo 1…
No es un problema sencillo de resolver si desconfiamos de la cualificación de los jueces. Ahí radica realmente el problema: que consideramos a los jueces como si fueran un humano cualquiera…
Pero en la introducción histórica que hemos hecho, hemos dejado claro que atesoraban «sabiduría práctica», «don divino», «maestría militar» o «sabiduría formal». Es decir, hemos constatado que los que juzgaban contaban con méritos para poder hacerlo de manera que las sociedades pudieran resolver conflictos de una forma viable; no la mejor o peor forma, no perfecta, no la más eficaz… simplemente una forma viable.
Conclusiones
Necesitamos la figura del juez. De los Jueces.
Las sociedades humanas pueden regularse de distintas formas, muchas de ellas de manera autónoma. Incluso, en muchos casos, dos individuos pueden ponerse de acuerdo para resolver un conflicto y que su mecanismo de resolución funcione…
El problema son esas situaciones donde los individuos no quieren o no pueden ponerse de acuerdo (recordemos, posiciones excéntricas en el cuadrante) y es imposible que sean capaces de resolver el conflicto entre ellos.
Necesitamos esos roles que juzguen. Necesitamos poder validarlos de forma que nos convenzan a todos: todos los individuos tenemos que aceptar y dar nuestra conformidad a los que vayan a tomar el «manto» de juzgar a otros.
Si partimos del supuesto de que no son confiables, que no existe un método de designación racional para otorgarles ese poder de juicio… quedamos en las manos de los que mejor mientan, engañen y manipulen. O, peor, en los que más violencia pueden ejercer para imponer su criterio…
Antes de cuestionar la independencia de los Jueces, es muy importante reflexionar sobre las consecuencias de cuestionarlos por defecto.
2 respuestas
[…] el artículo anterior hemos reflexionado sobre la figura del tercero independiente, el juez (https://omnesomnibus.org/2025/06/16/juzgar-conflictos/). Hemos extraído una conclusión relativamente rápida sobre la evidente (o no) necesidad de […]
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[…] reflexiones previas hemos hablado sobre el individuo, sobre lo que es una sociedad, la necesidad de resolver conflictos dentro de esta, los elementos corruptores o los polos ideológicos izquierda-derecha más típicos […]
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